Iniciaremos esta columna con una afirmación fuerte y clara: En Chile, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) quedó estancada en la etapa infantil, siendo sólo un fenómeno que no encuentra las condiciones para transformarse en una base social sólida, es decir en un institucionalidad que implique prácticas sistémicas por parte de las empresas, el Estado y las organizaciones de las sociedad civil.La inmadurez demostrada en este tema queda manifestada tanto en el sector privado como público. En ambos actores, el concepto se confunde con la beneficencia social, como una forma de dar “limosna” a los necesitados y no como un modelo estructurado sistemáticamente en conjunto con los demás actores externos a las actividades de las empresas. Son demasiado pocos los casos disponibles de empresas chilenas que apliquen un programa basado en metodologías sustentables en el tiempo y eso demuestra el poco interés por dar pasos más firmes en este terreno con el propósito de pasar del actual modelo asistencialista de la RSE a un modelo integral que incluya diferentes herramientas como el Balance Social que puede ser considerado como el carnet que testimonia la madurez de una organizaciòn en esta àrea.
El primer paso para salir de la etapa infantil es reconocer que el Balance Social no debe ser visto con una perspectiva instrumental con un objetivo en sì mismo, sino que debe considerarse como un medio real para contribuir y mejorar las condiciones organizacionales como la calidad de vida del personal (sea de una empresa, Ministerio o ONG), la optimización de recursos financieros, perfeccionamiento de servicios y la evaluación de los resultados establecidos a comienzos de ano o en las anteriores cuentas publicas. Si deseamos clarificar los pasos necesarios para avanzar hacia la mayorìa de edad de la RSC, debemos establecer cuatro conceptos claves en la concepción del Balance Social.
El primero es el informe social, donde se describe detalladamente todas las actividades sociales realizadas por una empresa, gremio, entidad pública y ONG en un ano. A partir de ello podemos hablar del balance social como un registro que muestra el estado de las pèrdidas y ganancias (retrocesos y avances) en materia social, comparándolos con los anteriores presupuestos y sus resultados respecto al año anterior. La comparaciòn nos lleva a establecer la contabilidad social que implica un proceso de cuantificación y medición de todas las cifras y datos que se relacionan con los programas e inversiones sociales implementados por la organizaciòn. Por último, estos resultados se verifican y controlan para finalmente ser publicados, en lo que se conoce como la auditoría social.
Si cada uno de los tres actores estratégicos (Estado, empresas y ONGs) implementan este modelo de cuatro elementos podrían conseguir uno de los objetivos más cercanos a la madurez que requiere la RSC: La concertación entre ellos. Es decir, los resultados mostrados por un Balance Social tendrían la capacidad de entregar una información estratégica para que la cada una de estas organizaciones puedan negociar con algún sector ajeno a ella que asì lo requiera. Por ejemplo en los países de la Unión Europea los datos contenidos en un Balance de este tipo son la base para nuevas negociaciones laborales colectivas, pues se encuentran detalladamente la informaciòn acerca de inversiones de la empresa, prioridades y necesidades financieras, cobertura de beneficios y demandas de servicios por proveedores, entre otros puntos.
Un buen consejo metodológico para comenzar a redactar un balance social es la carta de principios a la cual adhiere la empresa, el organismo público o la organización social. En ella se muestra la filosofía social que mueve al directorio, personal admimnistrativo, funcionarios y trabajadores en torno a un determinado objetivo más allá de las actividades internas de cada actor. Otro aspecto fundamental para la consecución real y no formal del balance social es el compromiso corporativo: todos los estamentos organizacionales son involucrados y no solamente una parte de ellos, por lo que se requiere superar las aprensiones que a menudo surgen de un departamento hacia otro. Por ejemplo, se deben evitar los típicos “roces” entre los equipos de Recursos Humanos o de la división Finanzas con los encargados de Comunicaciòn o Relaciones Públicas. Pese a que la ejecución del balance está en manos de un área específica (Recursos Humanos, Gestión Social y/o Comunicaciones y RR.PP.), sus metas y resultados compromenten a toda la organización. A mayor comunicación interna, mayor es la fluidez de las informaciones al mundo exterior.
El eje central de cada balance social es la implementación de un modelo específico de acuerdo a la razón social de cada organización. Sobre esta base, se deben reconocer las variables internas de éstas como: la caracterización del personal (por edad, género, nivel de salarios, tipo de contrato, nivel de capacitación, jornada, ausentismo, permisos o licencias, rotacin, etc.) y el estado de las relaciones laborales (huelgas, nivel de sindicalización, convenios, beneficios, etc.); servicios sociales otorgados a los trabajadores en salud, previsiòn, seguridad e higiene, recreación, etc., además del diagnóstico y desarrollo de iniciativas para integrar y desarrollar a los trabajadores como la capacitación y participación al interior de la organización.
La segunda viga maestra son el diagnóstico y la evaluación de los factores externos para lo cual se necesita clasificar a los llamados grupos de relaciones primarias (accionistas, proveedores, consumidores y competidores), creando indicadores que permitan evaluar la gestiòn que realiza cada organizaciòn (empresa, Estado, ONGs) con cada uno de estos actores a fin de establecer metas de perfeccionamiento relacional. Una vez definido este grupo prioritario, la atenciòn de los indicadores del balance se deben concentrar en las relaciones con la comunidad, donde se inserta el entorno local y sus necesidades cotidianas de trabajo, ambiente sano, infraestructura, etc. Que no sólo incumben al interior de la organización. Otro punto importante de las relaciones con la comunidad es el sector público, por lo que un balance social debe preocuparse por registrar una participación concreta en el desarrollo de proyectos de interés público.
Como vemos de modo sintetizado, la elaboraciòn de un Balance Social no implica un desafío extremo, ni una carga extra para las empresas, el sector público y las organizaciones de la sociedad civil. Basta solamente determinar los objetivos y un marco metodológico adecuado para desarrollar los indicadores sociales que se han planteado antes de redactar este documento. Para ello es fundamental que cada uno de estos actores consideren las demás experiencias internacionales, si Chile no quiere quedar aún más rezagado en este campo.
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