La participación de los sindicatos en la estructuración y redacción de los balances sociales de empresa son una realidad que no debe ser soslayada por el empresariado chileno ni por las organizaciones de trabajadores. Y es que los principales obstáculos que encuentra este instrumento de gestión de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) son de naturaleza cultural. Por un lado, el empresariado nacional todavía no abandona la idea filantròpica de la RSC y, en el peor de los casos, este concepto es sinónimo de un alza de costos que es mejor ahorrase. Mientras, en el mundo sindical, existe la idea general de que todo lo que sea RSC no es más que un nuevo método de marketing, o es la última estratagema del capitalismo para justificar su dominio, segùn el discurso de los sectores màs radicalizados.
Sin embargo, ambas concepciones se equivocan pues no consideran la RSC como un nuevo sistema de gestión organizacional que implica la puesta en marcha de procesos continuos de calidad y rendición de cuentas afuera de la actividad empresarial . Aunque lo que se denomina como un escepticismo paralizante en el mundo del Capital y Trabajo sean comprensibles, la experiencia práctica de la RSC y los Balances Sociales demuestran que no pretenden globalizar el sindicalismo ni tampoco reemplazar el rol del Estado en la tutela de los derechos laborales o la negociaciòn colectiva.
Un adecuado punto de partida respecto al rol del sindicalismo en la RSC lo podemos ubicar en la institucionalidad internacional. Iniciativas como la red del Global Reporting Iniciative (GRI,) encargada de elaborar informes de sustentabilidad ambientales y sociales; el Programa “Principios para la Inversiòn Responsable” de Naciones Unidas; la repartición Social Responsabilty de la ISO que en el 2010 lanzará la norma 26000 para certificar la calidad de las polìticas sociales de la empresa, además de los capítulos para el Desarrollo Social de las Empresas Multinacionales de la OIT y la OCDE. Las directivas y el contenido aplicativo de estas iniciativas han permitido la emergencia de una nueva visiòn empresarial y sindical en torno al diàlogo social y su vínculo con la RSC.
Ya en el 2006, la Conferencia Sindical Trabajo y Medioambiente en Amèrica Latina (CIOSL) incorporó el concepto de RSE como parte de su estrategia, la cual “permite vincular la figura de la RSE con la línea de trabajo directamente multinacional, fundamentada en instrumentos intergubernamentales (OIT, OCDE, Naciones Unidas), y los acuerdos marco globales alcanzados entre Federaciones Sindicales Internacionales y determinadas empresas multinacionales correspondientes a sus sectores de representación”. Es importante recalcar que los instrumentos internacionales ofrecidos por estos organismos no significa una homogeneización de las prácticas sindicales en los marcos establecidos por la RSC. De acuerdo a la CIOSL, los sindicatos han coincidido en la dificultad de exigir el cumplimiento de códigos de RSC a las empresas debido a las peculiaridades de cada país. Y es que la actividad sindical no existe a nivel supraestatal y el hecho de que un sindicato de un país intervenga en las situaciones de otro pueden crear susceptibilidades, sobretodo desde Europa y Estados Unidos hacia América Latina.
Este tipo de problemas pretenden ser enfrentados por los acuerdos globales existentes, específicamente a través de la “Global Resporting Iniciative” (GRI). La guía de esta entidad contiene indicadores y principios que plantean la intervención de los sindicatos en la aplicación y seguimiento de los balances sociales realziados por casa empresa que utiliza la metodología propuesta la guía. Ello ha permitido que actualmente esta especie de brújula sea considerada en Europa el principal instrumento de acciòón sindical en materia de RSC. Veamos el por qué.
“Si los grupos de interés (entre los cuales menciona a las organizaciones de trabajadores) no participan en la elaboración de la memoria anual (Balance Social) ni se identifican con ella, es menos probable que las memorias se adecuen a sus necesidades, lo que a su vez provocará que sean menos creíbles”. Ello ha llevado a los sindicatos a proponer en los balances la inclusión de indicadores internos como el número de filiales, subcontristas y proveedores con los cuales trabajan la empresa. Este tipo de datos nominales han comenzado a ser entregados directamente a los sindicatos como lo demuestran los casos de empresas espanolas como Mango e Inditex. Otros indicadores cada vez màs frecuentes en los balances sociales son el volumen de producciòn en facturaciòn y ventas junto con sus porcentajes sobre el total subcontratado; el nivel de salarios pagados; tipo de contratos utilizados y su porcentaje entre el total de trabajadores; ìndice de salud y seguridad laboral, y la menciòn de sindicatos a los cuales se ha contactado para el seguimiento de los compromisos en RSC. Ademàs de estos indicadores, la guía GRI recomienda la inclusión de indicadores globales como mencionar si existe o no una interlocuciòón y acuerdos formales con organizaciones sindicales internacionales.
Exitosos casos en esta materia tambièn lo demuestra la empresa Repsol YPF que está involucrando a sus sindicatos en las discusiones formales sobre su balance social anual, solicitando el aporte de estas organizaciones en materias delicadas como las relaciones con las comunidades indígenas, ahorro energético y sustentabilidad ambiental. De hecho, estos temas pueden ser desarrollados y propuestos por los sindicatos en el proceso de estructuración del balance de la empresa. Para ello es indispensable que exista una actitud abierta por parte del movimiento sindical chileno a tratar la RSC como un instrumento de participación y aporte social.
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